La modernidad antimoderna
Les dejamos una reflexión de Milan Kundera sobre la modernidad, que toma como punto de referencia uno de los episodios más divertidos e hilarantes de Ferdydurke: el de la juventona y su familia moderna. El texto, por acá o desde el link:
http://www.elcultural.es/revista/letras/Milan-Kundera/1194
«Hay que ser absolutamente moderno», escribió Arthur Rimbaud. Unos sesenta años más tarde, Gombrowicz no estaba tan seguro de que eso fuera necesario. En Ferdydurke (publicado en Polonia en 1938), la familia Lejeune está dominada por la hija, una «colegiala moderna». A la chica le encanta telefonear; desprecia a los autores clásicos; cuando llega un señor de visita, «se limita a mirarlo y, metiéndose entre los dientes un destornillador que sostenía en la mano derecha, le alarga la mano izquierda con total desenvoltura».
También su mamá es moderna; forma parte «del comité para la protección de los recién nacidos»; milita contra la pena de muerte y a favor de la libertad de costumbres; «ostensiblemente, con ademanes desenvueltos, se dirige hacia el retrete» para luego salir «más orgullosa que al entrar»: la modernidad, conforme va envejeciendo, se convierte para ella en algo imprescindible como «único sustitutivo de la juventud».
Papá también es moderno; no piensa, pero hace cuanto puede por complacer a su hija. En Ferdydurke Gombrowicz capta el giro fundamental que se produce durante el siglo XX: hasta entonces la humanidad se dividía en dos, los que defendían el statu quo y los que deseaban cambiarlo; sin embargo, la aceleración de la Historia tuvo sus consecuencias: mientras que, antaño, el hombre vivía en el mismo entorno de una misma sociedad aparentemente inmóvil, llegó un momento en que, de repente, comenzó a notar bajo los pies la Historia cual una escalera mecánica: ¡el statu quo estaba en movimiento! ¡De pronto estar de acuerdo con el statu quo fue lo mismo que estar de acuerdo con la Historia que se mueve! ¡Por fin se podía ser a un tiempo progresista y conformista, bien pensante y rebelde!
Atacado y tildado de reaccionario por Sartre y los suyos, Camus pronunció su famosa réplica dirigida a quienes han «colocado su sillón en el sentido de la Historia». Camus tenía razón, sólo que no había advertido que ese valioso sillón portaba ruedas y que, desde hacía ya algún tiempo, todo el mundo lo empujaba hacia delante, las colegialas modernas, sus mamás y sus papás, al igual que todos los adversarios de la pena de muerte y todos los miembros del Comité para la protección de los recién nacidos y, por supuesto, todos los políticos, quienes, al tiempo que empujaban el sillón, volvían sus rostros risueños hacia el público que corría tras ellos y también reía, enterado de que sólo el que se alegra de ser moderno es auténticamente moderno.
Fue entonces cuando cierta parte de los herederos de Rimbaud comprendió esa cosa inaudita: actualmente, la única modernidad digna de tal palabra es la modernidad antimoderna.