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al castellano. La realizamos en un clima elegante, de generosidad y de un fervor juguetón, pero cuando se publicó, editada por Argos, mi novela desapareció”, nos dijo con una sonrisa, y agregó: “No los ejemplares, que, al contrario, no querían desaparecer de las librerías, sino la novela como ente espiritual.
“Se la tragó la Nada”, prosiguió diciendo el entrevistado, “y sólo dejó tras de sí unas cuantas reseñas tibias y un tanto desorientadas, que guardo religiosamente en un cajón de mi escritorio”. “¿No convive con el mundo literario de este país?”, insistimos en preguntarle: ”No”, fue la contestación terminante. Luego afirmó:
“Soy una persona de poca seriedad. En medio de mis desgracias: destierro, miseria, anónimo fracaso y alguna que otra humillación, lo único que me quedaba era divertirme. La seriedad en las condiciones en que yo vivía habría sido mortal para mí.
“Pero le aclaro que no tengo ni el más mínimo resentimiento contra nadie. Reconozco que mi caso es difícil y que yo no hice nada para facilitarlo; por otra parte, debo anotar “en mi cuaderno que leo todos los días”, como dice Shakespeare, no pocas demostraciones de simpatía y de comprensión por parte de mis colegas argentinos”.
“Este año –le decimos– usted es uno de los más probables ganadores del Premio Internacional de Editores quo el año pasado ganó Borges. ¿Tiene usted, en el plano literario, alguna relación con Borges?”.
“Me encuentro con él a veces, pero sólo en las notas de la prensa europea donde nos mencionan juntos. Aprecio a este escritor, pero confieso que pertenecemos a mundos muy diferentes”.
Sus opiniones
“¿Qué opina de la literatura argentina?”. “No soy de los que opinan de literatura. Acerca del hombre argentino escribí varias páginas en mi «Diario», desconocidas aquí pero conocidas en Europa. Añadiré algo: creo sinceramente que soy, entre los escritores extranjero, el que más ha sido fascinado por la Argentina, y mi permanencia tan larga aquí no es casual, pero es una fascinación difícil y quién sabe si no dramática”.
“¿Podría definir en pocas palabras su filosofía, su actitud frente a los problemas del arte literario?
“Lo lamento –dijo finalmente el autor de «Ferdydurque»–. Tengo ocho volúmenes referentes a eso; quien domine idiomas extranjeros no tendrá dificultad en conseguirlos; además «Ferdydurque» uno de mis libros más explícitos en ese sentido, se puede encontrar en las librerías de viejo de esta ciudad y se puede adquirir, por el módico precio de cinco pesos”.
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Durante el mes pasado la prensa literaria más importante de Europa mencionó insistentemente la novela “Ferdydurque”, del autor-polaco “residente en la Argentina” Witold Gombrowicz, como una de las más probables ganadoras del Premio Internacional de Editores que anualmente se otorga en Formentor, Mallorca, y que el año pasado compartieron el escritor argentino Jorge Luis Borges y el dramaturgo irlandés Samuel Beckett.
Aquella circunstancia hizo que procuráramos localizar al mencionado escritor y lo entrevistáramos en su domicilio de la calle Venezuela de esta ciudad.
Antecedentes
La fama de Gombrowicz se inició hace seis años en Francia, cuando el director de la revista “Preuves”, de París, François Bondy, leyó la versión española –que hizo en 1947 un grupo de jóvenes escritores argentinos– de la novela “Ferdydurque”, con el objeto de “perfeccionar su castellano”, en vísperas de un viaje a países de América latina. Al poco tiempo, apareció en “Preuves”, firmada por Bondy, una extensa nota crítica en la que analizaba la personalidad y la obra literaria de Gombrowicz, a quien llamó: “autor genial recién descubierto para la Europa occidental”. Inmediatamente después la casa editora Juillard publicó la versión francesa de “Ferdydurque”. El gran éxito de crítica que obtuvo esta edición hizo que aparecieran –y se agotaran– en seguida otras que se publicaron en Alemania, Inglaterra, los Estados Unidos, Italia, Holanda, etcétera. La obra de Gombrowicz (el cronista sólo conoce dos: la novela mencionada y el drama “El casamiento”) ofrece muchas facetas: fantástica, realista, humorística, intelectual, metafísica, provoca no poco desconcierto y su autor está lejos de ser un escritor “popular”.
Wladimir Weidlé, célebre autor del “Ensayo sobre el destino actual de las artes y las letras”, dijo: “«Ferdydurque» me ha revelado a un gran escritor”, y Mario Maurin, en “Lettres Nouvelles”, de París, refiriéndose a “La náusea”, de Sartre, y “Ferdydurque”, de Gombrowicz, afirmó: “Pasmosa proximidad de estas dos obras maestras a las que será necesario recurrir de hoy en adelante para situar el clima intelectual de la época y conocer su expresión más vigorosa, más rica y más aguda”.
En términos similares se han expresado importantes críticos y ensayistas en el “Times” y en “Sunday Times” de Londres; “New York Herald Tribune”;
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“Welt an Sontag”, de Berlín; “Succeso de Italia”. El “Times” de Londres, textualmente, dice:” «Ferdydurque» es una mezcla brillante de agudeza de ideas y mordacidad que debe tomarse muy en serio”, etcétera.
La entrevista
Gombrowicz nació en Polonia en la primera década del siglo. Llegó como turista a la Argentina en 1939 y la ocupación de su patria por fuerzas alemanas le impidió regresar. Trabajó en el Banco Polaco de esta ciudad, en la campaña bonaerense y ahora vive en Buenos Aires. Iniciamos la entrevista preguntándole qué significa la palabra “Ferdydurque”. “Es el nombre de una calle de mi ciudad natal”, nos respondió. Le pedimos entonces que nos hable de sus relaciones con Polonia.
“En mi país –dijo el novelista– mi situación depende de lo que se le antoje al gobierno: Durante el régimen stalinista fui proscripto y la prensa en general no se atrevía ni a mencionar mi nombre. En 1947, con el advenimiento de Gomulka al poder, se permitió la edición de casi todos mis libros, pero poco después fui puesto nuevamente en el Index”. ¿Puede decirnos por qué?”, inquirimos “Creo que se dieron cuenta de que habían cometido un error considerándome un pájaro raro cuyos complicados cantos eran inofensivos.
“En una nación sometida a una modalidad espiritual muy simple, crece la necesidad de lo difícil, del sendero que se aparta y busca su propia salida. La aparición de mis libros dio oportunidad para una descarga violenta de un espíritu demasíado amansado. Mi modo de escribir privado, personal, por ser apolítico, resultó perjudicial para la política”.
Su vida en la Argentina
Resulta necesario formularle preguntas acerca de su estada en la Argentina a este escritor que viviendo en nuestro país escribió casi todas sus obras: “Bacacay” (indudablemente tiene marcada preferencia por el nombre de las calles), “El casamiento”, “Ivonne”, “Emigrantes”, “El transatlántico”, su “Diario” y otras que divulgaron su nombre por todos los países de Europa y los Estados Unidos de América.
“¿Cómo es su vida en la Argentina?”, le preguntamos. “Tranquila”, nos respondió. “Perfectamente desconocido, converso en los “cafés” con dos o tres amigos. Hubo un tiempo más animado, hace 15 años, cuando emprendí la audaz tarea de traducir “Ferdydurque”
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