PAPELES DE BUENOS AIRES: MACEDONIO Y GOMBROWICZ
Mónica Bueno
Gombrowicz: el escritor argentino
Los casi veinticuatro años que Witold Gombrowicz vive en la Argentina son fundamentales tanto para la literatura argentina cuanto para la experiencia literaria del escritor polaco. La figura del extranjero que se mete en los pliegues de nuestra cultura constituye una línea de nuestra tradición (Paul Groussac es su antagónico antecedente). El Diario argentino y, desde el año pasado, su cuaderno Kronos son testimonio de esa experiencia cruzada que imprime huellas indelebles en el cruce de lenguas y perspectivas.1
La relación de Gombrowicz con el campo literario argentino no solo es controversial sino que también es reveladora: las definiciones, los rechazos o adhesiones que su figura provoca indican la perspectiva cultural e ideológica del sistema literario argentino. Que Borges aplique la ironía aprendida de Groussac para definir a este extranjero (“Él les hizo creer que era conde y utilizó el siguiente argumento: los condes somos muy sucios, con esa argucia consiguió que los demás limpiaran por él”), que sus discípulos muestren ese paradójico fanatismo, que Ernesto Sabato, Manuel Gálvez o Jorge Calvetti se hayan preocupado por dejar sus testimonios,2 son claros ejemplos de esa disposición particular que el polaco provoca en esos años. Carlos Mastronardi declara, en sus “Cuadernos de vivir y pensar”:
El polaco Gombrowicz, cuando se encuentra con escritores sudamericanos suele decirnos: declaren ustedes “su” mundo y “su” íntimo sentir; sin ninguna voluntad de emulación, sin pensar en situarse junto a Paul Valéry y Thomas Mann, y entonces se lograrán ustedes plenamente. Pero olviden los modelos externos y, en especial, los modelos europeos. (Mastronardi, s/d)3
La imagen inversa, la percepción Gombrowicz sobre Mastronardi está en su Diario:
Debe haber sido en 1942 cuando trabé amistad con el poeta Carlos Mastronardi; mi primera amistad intelectual en la Argentina (…) Despertó su curiosidad el ejemplar, raro en el país, de un europeo culto. (Gombrowicz, 2006: s/p)4
Esta idea de perspectiva es la que Gombrowicz reconoce desde su extranjería: “A mí lo que me fascinaba del país era lo bajo, a ellos lo alto. A mí me hechizaba la oscuridad de Retiro, a ellos las luces de París” (Gombrowicz, 2006). A diferencia de Groussac, reconoce la seducción de esa barbarie.
Desde su lugar marginal define la forma de la extimidad argentina. La invisibilidad definida en la máscara del exotismo oculta al polaco pero exhibe la intimidad de la cultura argentina. Adolfo de Obieta fue uno de los primeros en entender el particular movimiento de extranjerías y lenguas y lo invitó a la revista que fundara con sus hermanos y su padre, el para ese entonces mítico Macedonio Fernández: cuando a fines de 1945 Gombrowicz anuncia en el Café Rex que va a regresar a la literatura con la traducción de Ferdydurke, sus amigos se proponen ayudarlo. Era preciso asegurarle la subsistencia para que se dedicara exclusivamente a la traducción; Adolfo de Obieta se ocupa de organizar a los amigos.
La traducción de Ferdydurke es una de las más curiosas y divertidas que conozco. Se trataba de transponer al español el libro de un polaco que apenas sabía español, con ayuda de cinco o seis latinoamericanos que apenas sabían un par de palabras de polaco… (Obieta, 2008)
Obieta también declara: “Gombrowicz era un ser lejano que flotaba en un aire más bien enrarecido” (2008).
Los Papeles de Buenos Aires
En septiembre de 1943, Adolfo, Jorge de Obieta y su padre, Macedonio Fernández, publican el primer número de Papeles de Buenos Aires. Esta revista de solo cinco números (el quinto y último salió en mayo de 1945), ya desde el nombre se inscribe en esa suerte de diseminación que la obra de Macedonio tiene como dispositivo. Todas las estrategias que podemos reconocer en los textos del viejo vanguardista aparecen en esta arquitectura peculiar definida por la experimentación colectiva. El humor, el fragmento, la conversación permiten la convivencia del nombre propio de autor (Kafka, Gombrowicz, Juan Carlos Paz, Scalabrini Ortiz, Bernardo Canal Feijóo, Oliverio Girondo, Felisberto Hernández, Alfonso Reyes, Jules Supervielle, Santiago Dabove, Olga Orozco, Ramón Gómez de la Serna) con el seudónimo, que aparece en el borde del plagio. El “Literato Literalísimo”, el Pensador Poco, el Pensador de Buenos Aires son algunos de los espejos falsos de la figura de autor, que continúan la línea del Recienvenido y del Bobo (heterónomos de Macedonio), y forman parte del universo incongruente de autores reales y autores inventados que la revista propone. Solamente un ejemplo que muestra esa suerte del revés de las cosas que, ya en los veinte, Macedonio proponía:
¿Quién escribió el poema del elefante enloquecido y muerto de 36 balazos en el zoo de Buenos Aires? Ramón Gómez de la Serna, Oliverio Girondo, Ricardo Molinari, Leopoldo Marechal, Enrique Molina… La ciudad espera este poema de uno de sus poetas…
“El elefante sin poema”, El Literato Literalísimo. (Fernández, s/d)5
Papeles de Buenos Aires resulta ser un espacio propicio para la reedición de los experimentos vanguardistas de Macedonio. Pero es más que eso: las piruetas se multiplican, el estilo individual contamina y se hace colectivo, Papeles de Buenos Aires es entonces concreción y efecto. En el último tramo de la vida de Macedonio se hace presente la utopía de los comienzos. ¿O acaso esta ficción con forma de noticia que transcribimos a continuación no reitera la aventura de los jóvenes en el Fin de Siglo, no remite a la escena de los muchachos martinfierristas escribiendo la novela colectiva en un cuarto de pensión en los veinte y condensa los personajes de Museo que cruzan el límite entre la ciudad y el campo?:
Un grupo de intelectuales se reúne secretamente en casa de F. T. V. para ultimar los planes de un Movimiento Social Pintoresco. Creen en la conquista de la tierra en noventa días. Mauricia Lina Streptis (médium). (Fernández, s/d)
Que la autora de esta nota sea médium, que la referencia secreta esté acompañada de otras notas absurdas e imposibles, que cada una de esas notas aluda a la incongruencia y la disonancia lógica, que los autores referidos sean escritores imposibles, sin nombre propio, señalados solo por las iniciales, que el título que reúne estas “referencias” sea “Lo que se trabaja en las noches de Buenos Aires”, todo esto resulta una puesta en práctica de los postulados estéticos de Macedonio Fernández. Se trata de un ritornare donde la ética de esa vida puesta en juego se hace plural y anónima. La linealidad de la historia de una vida se transforma en discontinuidad infinita, en conversación diferida.6 En el segundo número de la revista, el poeta Jorge Calvetti escribe un pequeño relato titulado “Biografía real de un escritor”. La historia, fantástica y metafísica de un hombre que se transforma en una especie de Aleph, pone en práctica los postulados de Macedonio sobre el yo, la imagen y el tiempo. Citamos solo el comienzo:
Una tarde, a la hora dual y estremecedora del crepúsculo, el hombre decidió contarme su historia. Más o menos fueron estas sus palabras: En el momento en que me di cuenta de que yo inteligentemente existía, decidí con la más desesperada voluntad, buscar mi primer recuerdo. Calvetti agrega al final una Nota al lector en la que adjudica al protagonista de su relato una identidad real: El hombre que infielmente has visto reflejado en estas líneas, existe, para el bien del Arte. Se llama SANTIAGO DABOVE. (Calvetti, 1943: s/p)
Los atributos de este escritor “real” (Dabove era amigo de Adolfo de Obieta y de Macedonio Fernández y publicó algunos textos en la revista) son metafísicos: “… puede mirar el Cosmos (…) porque vive en ese bisel del mundo donde la soledad es doble” nos aclara Calvetti.7
Cada revista es el resultado de una “formación” y, muchas veces, su existencia depende de la duración de ese grupo de amigos. Pero además de la abundancia de estilos, ideologías y formatos, la revista cultural resulta un espacio válido para las discusiones, las puestas a prueba de teorías y los combates ideológicos. Un “laboratorio ideológico y estético” que produce contrasentidos, que estimula la pluralidad, que define comunidades.8
Papeles de Buenos Aires esgrime estas condiciones con una eficacia evidente porque sus fundadores exhiben aquello que Gombrowicz le reclamaba a Mastronardi. La irreverencia de la revista es entrópica y su espacio anárquico dialoga con los papeles de Macedonio Fernández, perdidos y rescatados por sus amigos. Papeles de Recienvenido de 1929 donde el inventor va a ser la figura que remplaza el consabido creador romántico. Porque Macedonio Fernández escribe en papeles perdidos y olvidados en las pensiones y en los consultorios: disemina; publica en las revistas cercanas y distantes: disemina. Sus libros se editan, casi accidentalmente, y su forma es siempre abierta: los papeles no encuentran cabida en ningún género literario, el Recienvenido no es nombre propio de ningún autor. Le concede así a sus Papeles… un movimiento de desorden pues multiplican prólogos, hibridan géneros, adelgazan el soporte narrativo.9 Se trata de un conjunto de escritos diversos que van cercando todos los clisés del espacio literario y van desarmando esa geografía. Papeles… nos propone otro mapa, nos dibuja otro itinerario por los lugares no descubiertos de la literatura.
¿Qué otra cosa es la revista de su hijo Papeles… sino un espacio de conversación entre figuras reales y personajes ficticios? De la misma manera que el Recienvenido, la revista nos propone otro mapa, nos dibuja otro itinerario por los lugares no descubiertos de la literatura.
Gombrowicz en los Papeles: un capítulo autónomo de Ferdydurke
El entusiasmo de Adolfo de Obieta por la novela de Gombrowicz se hace evidente en la invitación a participar en la revista Papeles… En el tercer número de la revista aparece “Filidor forrado de niño”.10 Muchos lectores de la revista, entre ellos Ernesto Sabato (que después escribiría el prólogo a la edición de 1964 de Ferdydurke), conocerán la literatura experimental y vanguardista del polaco.11
Sabato lee el texto como cuento. Luego sabrá que forma parte, aunque de manera autónoma, de una novela. La revista cumple su cometido y hace práctica de sus postulados estéticos. El relato aparece en página central, con un tono diferente del papel y precedido por la siguiente presentación:
Witold Gombrowicz, escritor polaco de la joven generación, habitador actual de Buenos Aires, nos propone uno de sus cuentos, “pure nonsense”. Integra un libro titulado “FERDYDURKE”, aparecido en Varsovia un año antes de la guerra. Especie de libelo fantástico-humorístico contra la cultura moderna, constituye una crítica de las formas maduras de la cultura realizado desde el punto de vista de nuestra “inmadurez”, cuya teoría ha desarrollado. El libro repercutió en los ámbitos literarios por su arte como por su revisionismo intelectual e ideológico. Su traducción al francés y al inglés fue interrumpida por la guerra. (Sabato, 1944: s/p)
“Filidor forrado de niño” en la revista Papeles… confirma el valor entrópico que la revista tenía como práctica. La autonomía que el relato exhibe dentro de la novela es también la marca de la diseminación como diseño y contrapunto de su espacio pero además pone a cualquier lector “salteado” (el lector buscado por Macedonio) en la forma de la “novela buena”.
Que Adolfo de Obieta haya convocado a Gombrowicz a participar de la revista indica una definición de literatura, un modo de entender sus formas y un posicionamiento frente a la tradición propia y ajena que enlaza la figura del polaco con la de Macedonio Fernández.
Si “Filidor” es un capítulo de Ferdydurke pero al mismo tiempo es autónomo, si en la novela ese capítulo irrumpe en la historia con un “Prefacio” donde el autor justifica la
inclusión (“Filifor es un retroceso constructivo, un pasaje o, para expresarse con más precisión, una coda, un trino, o más bien un lapsus, un lapsus intestinal, sin el cual nunca podría penetrar al tobillo izquierdo”, señala el autor) pero en el medio de la novela, todo indica que su autor tiene sobre el género una particular posición que coincide con la forma de la novela buena que Macedonio define en su “Teoría de la novela” y pone en práctica en su Museo de la Novela de la Eterna: un “belarte” que se basa en el postulado de que no hay arte que suscite verdadera emoción basada en la representación de historia alguna.
Se trata en ambos experimentos de una defraudación de las expectativas del lector de novelas de la época. El realismo definía al género y circunscribía al lector a sus prerrogativas. La representación usufructuaba la potestad de “lo real” y confirmaba el detalle del mundo aprehendido. Ferdydurke quiebra esa confirmación y propone lo imposible como dispositivo. Lo imposible en la forma de la novela, lo imposible en los personajes y en la historia que se narra. Lo imposible es la categoría que sostiene el universo estético de Macedonio. En uno de los infinitos prólogos de Museo…, Macedonio le explica al lector las condiciones “imposibles” que le otorga al género:
Novela en que la imposibilidad de situaciones y caracteres, que es el criterio para clasificar algo como artístico sin complicación de Historia, ni Fisiología, se ha cuidado tanto, que nadie, ningún conocedor cotidiano de imposibles, ninguno a quien le sean familiares, podrá desmentir la constante fantasía de nuestro relato alegando que hechos o personajes los tiene vistos enfrente o a la vuelta. (Fernández, s/d: 146)
Para los dos escritores, la novela es un espacio proteico y dispuesto para las imposibilidades. “Así que FERDYDURKE tiene un doble aspecto: por un lado es un relato y una novela, una descripción y, por otro, un acto de mi lucha personal con la forma”, declara Gombrowicz.
Si el escritor polaco interrumpe la continuidad de la novela con prefacios y cuentos y Macedonio satura de prólogos para fingir que la novela no comienza, los personajes son entidades extrañas y humanas, al mismo tiempo, siempre alegóricas. En Museo…, Macedonio construye personajes que funcionan en un doble carácter: son alegorías de estados universales y, al mismo tiempo, son heterónimos del autor. En Ferdydurke son siempre figuras desrealizadas en función de esa identidad en litigio. El personaje es garantía del relato y condición de su desarrollo, y al mismo tiempo, una de las marcas miméticas más fuertes. Sin embargo, como señala Barthes respecto de Sade, existe una literatura que busca exasperar ese modo de representar, “… se ubica del lado de la semiosis, no de la mímesis: lo que ‘representa’ está incesantemente deformado por el sentido, y es al nivel del sentido, no del referente, como debemos leerlo” (Barthes, 1997: s/p).
Los dos vanguardistas se inscriben en esa línea: la condición mimética del personaje se pone en la superficie, desborda sus límites textuales por exceso de estos seres que exasperan la marca de lo humano. En las dos novelas la condición de personaje se hace disonancia formal porque su propia entidad es desarmada.
La figura de autor
El ironista, tanto para Gombrowicz como para Macedonio, aparece en la distancia convencional entre autor y lector, en la tensión entre lo real y lo novelesco, entre la proximidad paradójica entre personaje y persona. “El ironista no se limitaba a decir algo sobre el tema en cuestión, decía también algo sobre sí mismo y sobre el mundo”, señala Wayne Booth respecto de la tradición de la figura y su constitución más moderna.12
La figura del ironista funda en la obra de los dos escritores una voz que nos da placer, nos subyuga y corroe nuestros paradigmas. A veces, nos susurra al oído, a veces nos lanza su carcajada, otras, nos engaña e inmediatamente nos muestra el engaño. En cierto sentido, la voz del ironista nos perturba y lleva a cabo al extremo la premisa que Kierkegaard le atribuye a la ironía al definirla como “una determinación de la subjetividad”.13
El ironista, veíamos, destruye las creencias y el metafísico propone una forma del ser que apunta a una experiencia extrema que cruza las fronteras entre la vida y el sentido de no-existencia. “La meta de la teoría ironista es comprender el impulso metafísico”, describe Rorty. El ironista encuentra en los gestos del vanguardista −el gesto heroico- patético y el gesto cínico según Eduardo Sanguinetti− los mecanismos para rechazar la tradición metafísica occidental y construir una metafísica de la nada y la negatividad (Sanguinetti, 1972). En sus ficciones, Macedonio y Gombrowicz eligen la máscara del ironista para proponer un relato que dé cuenta de su sentido metafísico, piensan en la literatura como el lugar posible de una comunidad anárquica y libre.14 Esa comunidad fue al mismo tiempo concreción y deseo de los dos escritores, utopía y práctica de sus postulados estéticos. En “Contra los poetas” Gombrowicz lo expresa con claridad, su ironía se hace metafísica irreverente: “… la otra corriente de nuestro espíritu, más insubordinada, intenta justamente devolverle al hombre su autonomía y su libertad con respecto a estos Dioses y Musas que, al fin y al cabo, son su propia obra” (Gombrowicz, 2009: 32).
Citas
1 Este diario cambia un dato fundamental para entender el cruce al que aludíamos: Gombrowicz decide quedarse en la Argentina. No se trata de una cuestión accidental provocada por el inicio de la Segunda Guerra. En 1939 le comunica esa decisión al presidente de la compañía naviera del Chrobry (la nave en cuya travesía inaugural él había viajado desde Polonia a Buenos Aires). La referencia del Diario está fechada un mes antes del inicio de la guerra.
2 Baste para exhibir esa contradicción el documental “Gombrowicz o la seducción” de 1986, con Rodolfo Rabanal como guionista y Alberto Fischerman como director, en la que Jorge Di Paola, Mariano Betelú, Juan Carlos Gómez y Alejandro Rússovich evocan al fantasma. A propósito Rodolfo Rabanal cuenta su experiencia de filmación: “Y cada uno de ellos, encarnando a Gombrowicz, encaraba a cada uno de los otros hasta entablar un diálogo fantástico –o fantasmático– que llegaba del pasado en un tránsito vigoroso y expansivo que nos dejaba, a Fischerman y a mí, perplejos y casi desorientados. Es así que Witold Gombrowicz apareció ante mí como la encarnación de un espíritu convocado por la neurosis mimética de sus antiguos discípulos. Quizá porque solo se imita (a la perfección) lo que se ama, se venera y se odia, en este caso un maestro y un gentil tirano, quienes remedaban la voz y las palabras de ‘Witoldo’ consiguieron exhumar una realidad pretérita con la vivacidad comprometedora de un testimonio más valioso y punzante que mil fotografías amarillentas y muertas” (Rabanal, 2008).
3 Piglia contó una escena entre el poeta Carlos Mastronardi y Gombrowicz: “Se encontraban en El Querandí, un bar de Buenos Aires, y cuando llegaba Mastronardi, uno de los grandes poetas argentinos, un hombre muy discreto y sutil, decía: ‘Buenas tardes, Gombrowicz’. ‘Calma, Mastronardi’, replicaba el polaco porque consideraba que sus ‘buenas tardes’ eran un exceso de sentimentalismo latinoamericano”. Piglia lee el sentido político de la respuesta del polaco: “Después, nosotros usábamos ese ‘calma Mastronardi’ como una especie de remedio para las pasiones desatadas de la Argentina” (Piglia, 2012: s/p).
4 Completamos la cita: “A menudo nos encontrábamos durante la noche en un bar… lo que tenía también para mí un atractivo gastronómico, pues de cuando en cuando me invitaba a cenar ravioles o spaghettis. Poco a poco le descubrí mi pasado literario, le hablé de Ferdydurke y de otros asuntos, y todo lo que en mí difería del arte francés, español o inglés le interesó vivamente. Él, a su vez, me iniciaba en los entretelones de la Argentina, país nada fácil y que a ellos, los intelectuales, se les escapaba de un modo extraño y aun, a menudo, los asustaba” (Gombrowicz, 2006: 78).
5 Los cinco números de Papeles de Buenos Aires nos fueron facilitados por Adolfo de Obieta. Reiteramos nuestro agradecimiento por su generosidad y atención. Cfr. Papeles de Buenos Aires, No 1, 9/43, Buenos Aires, última hoja (s/p).
6 Citamos algunas de las notas escritas por la médium: “G. S. E. prepara su ‘Extraordinaria biografía de Edgar Allan Poe desde el 25 al 28 de febrero de 1838’. (Únicos días de su interesante vida que auténticamente se le conocieron, por cartas en que se queja de monotonía)”. Otra: “L. N. sigue eligiendo autor para sus próximos poemas”.
7 “Porque ha merecido conocerlo todo, el Misterio le ha guiado y le ha hecho ver la santa desnudez de la vida y la muerte, en las mañanas de luz más defendidas y en las noches de pasos apagados” termina diciendo el narrador, y la eficacia de ese personaje entre la vida y la literatura, entre la experiencia “real” y la experiencia metafísica, tiene evidentes huellas macedonianas. Cfr. Papeles de Buenos Aires No 2, 11/43 (s/p).
8 En un debate sobre el tema, Nicolás Rosa determina que, en un nivel imaginario, escribimos en una revista porque todavía no podemos escribir un libro. En el caso de Macedonio, esta imposibilidad se torna práctica de escritura: desarmar el libro se convierte en su dispositivo de producción. En el mismo debate, Beatriz Sarlo afirma el carácter de banco de prueba de las revistas culturales: “Yo diría que las revistas son nuestros laboratorios ideológicos, nuestros laboratorios estéticos, incluso creo que hasta nuestros laboratorios de escritura”. (Jitrik, Rosa y Sarlo, 1993).
9 Papeles de Recienvenido exaspera ese pacto con el lector y abre un caleidoscopio de imágenes que se superponen, se comunican, se contradicen. Papeles… no presenta una autobiografía, sino que nos ofrece fragmentos de varias, y en esa multiplicidad, se subvierte la juridicidad del género y se parodia el modelo: “Todo lo que afirma de sí el autobiografiado es lo que no fue y quiso ser”, fórmula según la cual la ficción es, para Macedonio, el principio constructivo del género. En prueba de ello escribe sus cinco poses de “A fotografiarse”, donde cada una propone una imagen diferente (Fernández, 2004: 99).
10 Cfr. Witold Gombrowicz, “Filidor forrado de niño”, Papeles de Buenos Aires No 3, 4/44.
11 “Creo que fue en 1939 cuando por primera vez leí algo de Gombrowicz. Yo vivía aún en La Plata, donde habíamos inventado con mi amigo el astrónomo Miguel Itsigzohn un tipo de humor paranoico que denominamos margotinismo. Con los años aprendí que tales invenciones en rigor son siempre descubrimientos, y que aquella reacción un poco demencial contra un universo deshumanizado era casi inevitable. Fue por entonces cuando me llegó la revista Papeles de Buenos Aires, que dirigía Adolfo de Obieta. Con estupor leí el cuento titulado ‘Filifor forrado de niño ́, de un desconocido de nombre polaco: Witold Gombrowicz” (Sabato, 1983: s/p).
12 Completamos la cita: “En cuanto se utiliza una voz irónica, cualquiera sea su grado y el tipo de obra, los lectores, inevitablemente, empiezan a interesarse y a disfrutar con esa voz” (Booth, 1989: 28).
13 Kierkegaard reconoce, en la introducción de su ensayo, dos manifestaciones del concepto de ironía: “La primera, naturalmente, es aquella en que la subjetividad impuso sus derechos por primera vez en la historia universal. Ahí lo tenemos a Sócrates, es decir, ahí se nos indica dónde ir a buscar el concepto en su manifestación histórica”. Y agrega más adelante: “Si ha de darse, entonces, una nueva forma de manifestación de la ironía, será en la medida en que la subjetividad se imponga según una forma aún más elevada”. Creemos que el uso de la ironía en Macedonio persigue esa segunda manifestación a la que alude (Kierkegaard, 2000: 272).
14 Completamos la cita: “Cada escritor, cada obra, inaugura una comunidad. De ese modo hay un irrecusable e irreprimible comunismo literario, al cual pertenece malquiera que escriba (o lea), o intente escribir (o leer) exponiéndose –no imponiéndose (y quien se impone sin exponerse en absoluto, ya no escribe, ya no lee, ya no piensa, ya no comunica)” (Sanguinetti, 1972: s/p). Para fundamentar este concepto, Nancy revisa la noción de comunidad en Marx así como los atributos de las primitivas comunidades cristianas: “La comunidad significa aquí la particularidad socialmente expuesta, y se opone a la generalidad socialmente implosionada propia del capitalismo. Si hubo un acontecimiento del pensamiento marxista, y si no lo hemos finiquitado, éste tiene lugar en la apertura de este pensamiento” (Nancy, 2000: 89).
Bibliografía
Barthes, Roland (1997). Sade, Fourier, Loyola. Madrid: Cátedra.
Booth, Wayne (1989). Retórica de la ironía. Madrid: Taurus.
Fernández, Macedonio (2004). Papeles de Recienvenido y continuación de la nada, en Obras Completas (Vol. IV). Buenos Aires: Corregidor.
Gombrowicz, Witold (2006). Diario argentino. Buenos Aires: Adriana Hidalgo.
—– (2009). Contra los poetas. Asmara-Buenos Aires-Madrid: Sequitur.
Jitrik, Noé; Rosa, Nicolás y Sarlo, Beatriz (1993). “El rol de las revistas culturales”, en Espacios No 12, 6/7/93, I-XVI.
Kierkegaard, Soren (2000). “Sobre el concepto de ironía”, en Escritos, tomo 1. Madrid: Trotta.
Nancy, Jean Luc (2000). La comunidad inoperante. Santiago de Chile: Arcis.
Obieta, Adolfo de (2008). “La traducción de Ferdydurke”, en Radar, 8/8/08.
Papeles de Buenos Aires No 1, 9/43, Buenos Aires.
Papeles de Buenos Aires No 2, 11/43, Buenos Aires.
Papeles de Buenos Aires No 3, 4/44, Buenos Aires.
Piglia, Ricardo (2012). “Evocaciones a Gombrowicz y Fogwill en el arranque del FILBA”, Clarín. 14/9/12. goo.gl/gy2mHq
Rabanal, Rodolfo (2008). “La seducción argentina”, en Radar, 8/6/08.
Sabato, Ernesto (1983). “Prólogo”, en Ferdydurke, de Witold Gombrowicz. Buenos Aires: Sudamericana.
Sanguinetti, Eduardo (1972). Por una vanguardia revolucionaria. Buenos Aires: Tiempo Contemporáneo.