¿Quién ahorcó al gorrión?

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¿Quién ahorcó al gorrión?

A propósito del Festival de Sitges, desde la redacción del suplemento cultural de El País escriben sobre la última película de Andrzej Zulawski, que, después de quince años, vuelve al cine con una adaptación de Cosmos.
cultura.elpais.com/cultura/2015/10/16/actualidad/1445019928_108093.html

En una entrada de 1962 en sus inmortales Diarios, el polaco Witold Gombrowicz escribió: “¿Qué es una novela policíaca? Un intento de organizar el caos. Por eso mi Cosmos, que me gusta llamar ‘una novela sobre la formación de la realidad’, será una especie de novela policial”. Al año siguiente, añadió: “Trazo dos puntos de partida, dos anomalías muy distantes una de otra: a) un gorrión colgado; b) la asociación entre la boca de Katasia y la boca de Lena”. Gombrowicz publicó Cosmos en 1965, una novela que, de hecho, parecía ser la hermana juvenil de la precedente Pornografía, aparecida en 1960, en la que dos viejos verdes alojados en casa ajena se empeñaban en crear la situación propicia para que la primogénita de ese hogar acomodado traicionase a su atildado novio y acabase acostándose con el mozo de cuadra. En Cosmos, dos estudiantes se retiran a una pensión rural y la mirada de uno de ellos siente la atracción del misterio y del pecado al toparse con un pájaro ahorcado, la carnal visión de los muslos y los labios perfectos de la hija de la dueña de la pensión y los labios deformes de la criada. Con ese extraño punto de partida, el autor de ese inmortal canto a la inmadurez que fue Ferdydurke logró proponer un extraño objeto literario que era, al mismo tiempo, novela criminal por otros medios y zumbona reflexión sobre el sentido de la existencia en un universo caótico.

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Cosmos es la inspiración que ha elegido otro polaco, Andrzej Zulawski, para volver al cine tras 15 años de silencio cinematográfico. La presencia del director, finalmente cancelada a última hora por motivos personales, era una de las más esperadas en esta 48ª edición del Festival de Sitges, pero su película no solo no ha decepcionado a sus incondicionales: también ha espoleado su inevitable grado de desconcierto y ha motivado más de una deserción en su pase de prensa. Zulawski sigue en forma, aunque muchos de quienes le consideraron autor de culto en los tiempos de Lo importante es amar (1975) repudien hoy sus formas por histéricas, exasperadas y excesivas. Lo cierto es que el peculiar estilo de rodar de Zulawski, con esa cámara que parece un nervio crudo en movimiento, se adapta a la perfección a la vehemencia verbal de Gombrowicz.

Con el respaldo financiero de Paulo Branco -productor que, junto a Jeremy Thomas y Luis Miñarro, ha consagrado su carrera a proteger e impulsar las formas más radicales del contemporáneo cine de autor- y con una Sabine Azema que parece estar pasándoselo aquí tan bien como en sus trabajos para Alain Resnais, Zulawski se toma muy en serio a Gombrowicz, pero, al mismo tiempo, lo inserta en un incesante juego de referencias que incluye abundantes chanzas verbales sobre directores de cine -Steven Spielberg incluido- y guiños al panteón de la historieta franco-belga, con Tintín y Blake y Mortimer como iconos primordiales, mientras las televisiones y los iMacs desgranan imágenes de la guerra en Extremo Oriente y los desfiles de moda en París.

Programada en la sección Noves Visions One y potencialmente irritante para todo aquel espectador que no conozca la novela original o tenga alergia al registro afectado de su actor principal (Jonathan Genet), Cosmos ha sido, sin duda, una de las películas más libres y salvajes de este certamen donde, en ocasiones, los mayores deslumbramientos y el más directo poder de transgresión se han refugiado fuera de la sección oficial. Con todo, los protocolos que, décadas atrás, llevaban al grueso del público a abuchear todo aquello que sonara remotamente intelectual y a jalear incluso la más rutinaria decapitación parecen haberse atenuado en una edición que ha programado no pocos títulos en la órbita del más ambicioso cine de autor. Aunque es posible que el jurado no le conceda excesivas oportunidades, la sección oficial tuvo uno de sus mejores trabajos en la humanísima y reposada Cemetery of Splendour, del tailandés Apichatpong Weerasethakul, donde lo fantástico se infiltra armónicamente en lo cotidiano en una historia protagonizada por un soldado en coma y su cuidadora voluntaria. En sus sesiones especiales fuera de competición, la sección oficial también tuvo espacio para el wuxia deconstruido de The Assassin, del taiwanés Hou Hsiao-Hsien, y para Youth, del italiano Paolo Sorrentino, cuya proyección fue recibida como todo un acontecimiento a celebrar por parte del grueso del público asistente.